Andrés Ruiz se interna en una realidad distópica a través de la mirada irónica de un marginal. El vértigo de la vida urbana ha deshumanizado a los habitantes de este mundo que nunca duerme, suspendido en un eterno ciclo de trabajo y consumo. Este cuento nos recuerda que la felicidad está en las cosas más simples; justamente, aquellas que perdemos por intentar encajar en el sistema.