La influencia de Jorge Carrera Andrade resuena hasta el día de hoy en las letras ecuatorianas. Este poeta planetario fue partícipe de la renovación literaria del siglo pasado. En conmemoración de los 46 años de su fallecimiento, en este artículo de Neal Moriarty volvemos sobre los pasos de Carrera Andrade en su camino hacia una de las formas poéticas más potentes de la poesía ecuatoriana: el micrograma.
Jorge Carrera Andrade está situado en todo lo alto del parnaso ecuatoriano, justo en la sección que contiene a los poetas más vanguardistas. Cuando escucho hablar sobre él, lo primero que viene a mi mente son dos cosas: cosmopolitismo y microgramas. Carrera Andrade fue uno de los autores más universales de nuestras letras. Siendo una de sus contribuciones más fuertes el micrograma —forma poética breve que guarda parentesco con el epigrama castellano y con el haiku japonés—, este texto pretende volver sobre los pasos del autor en el camino que forjó una de las voces poéticas más influyentes de la literatura ecuatoriana.
Vivir para viajar
Jorge Carrera Andrade nació en Quito, el 18 de septiembre de 1903. Hijo del Dr. Abelardo Carrera Andrade, magistrado de la Corte Suprema de Justicia; y de Carmen Amelia Baca Andrade, mujer muy culta que hablaba francés y fue dueña de una magnífica biblioteca.
Siendo apenas un adolescente, mientras cursaba sus estudios en el Instituto Nacional Mejía, en la capital ecuatoriana, conoció a los también poetas Gonzalo Escudero y Augusto Arias, con quienes fundó las revistas El Crepúsculo (1916) y La Idea (1917), esta última resultado de la Sociedad Literaria César Borja. Durante esta época colaboró con la revista Vida Intelectual, perteneciente al Instituto Nacional Mejía, y con el Semanario Humorístico Caricatura.
En 1919 escribió para Juventud Estudiosa de Guayaquil; y en 1920, para Los Hermes. En 1921, editó una selección de trabajos bajo el título Resumen Antológico de la Moderna Lírica Ecuatoriana; y en 1922 publicó su primer poemario, El estanque inefable.
Mientras estudiaba Derecho en la Universidad Central, formó parte del grupo Renovación —integrado por Benjamín Carrión, Pío Jaramillo, Antonio J. Quevedo, Jorge Égüéz, Carlos Zambrano Orejuela y Miguel Ángel Zambrano—; además, fue jefe de redacción del periódico quiteño Humanidad. Los ideales de Renovación, tales como la proclamación de una reforma agraria y la participación plena de los indígenas en la sociedad; junto con la influencia que tuvo la masacre obrera de Guayaquil el 15 de noviembre de 1922, hicieron que Carrera Andrade se inclinara por la defensa de los oprimidos. Ese mismo año participó en las revistas Incienso y América Latina de Cuenca; trabajó como periodista en el diario El Telégrafo; y para 1923 se convirtió en jefe de redacción de Humanidad. En ese período compuso el Cuaderno de Poemas Indios.
En 1924, publicó por entregas la Selección de los modernos poetas y prosistas ecuatorianos y colaboró con la revista venezolana Lírica Hispana. En 1925 fue redactor en el medio quiteño de tendencias socialistas La Antorcha. Entre 1925 y 1930 fue parte de la revista guayaquileña Savia, la revista América y las revistas quiteñas Esfinge y Espirales. Su amigo, Cristóbal Gangotena, editó su segundo poemario La guirnalda del Silencio (1926).
Para 1927 se produjo un gran escándalo por la filtración de un poema altamente erótico, dedicado a Lola Vinueza Salazar y titulado “Mademoiselle Satán”, aparecido en la revista Fígaro de Carlos H. Endara. Tal fue el sacudón acaecido en aquella sociedad beata, que Carrera Andrade tuvo que publicar una carta de disculpas en el diario El Comercio. Esta ruptura del tabú sexual por medio de sus versos lo hizo acreedor al mote de ‘vate sexual’ en la capital (Pérez Pimentel, 2023).
Al haber sido partícipe del naciente Partido Socialista Ecuatoriano y de su Primer Congreso, viajó al V Congreso Internacional de Moscú, en 1928, y empezó su primer periplo por Europa; lo que significó en su vida un tránsito desde la lucha social hacia la diplomacia. En el Viejo Continente estudió Filosofía y Letras en Barcelona, y la carrera diplomática en Francia.
Su amigo, César Arroyo, lo recibió en su casa, en París, y lo puso en contacto con personalidades de la época como Rafael Cansinos Assens, Manuel Ugarte y Gabriela Mistral.
A finales de 1929 escribió Estampas de Marsella, relatos en prosa, y publicó en la editorial de Vicente Clavel, con prólogo de Mistral, su poemario Boletines de Mar y Tierra (1930). Lo nombraron secretario de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos, fundó la Hoja Literaria, y en 1931 escribió su “Esquema de la poesía de vanguardia” para la revista lojana Hontanar.
Al regresar a Quito, en 1933, publicó el folleto Cartas de un emigrado, prosa de interés social, y participó en la formación del Partido Social-Agrario. Tras ganar una convocatoria, el Ministerio de Relaciones Exteriores lo llamó para confiarle el consulado en El Havre. Publicó Latitudes (1934), prosa poética, diario de viajes y ensayos. Pasó a dedicarse por entero a la diplomacia, lo que le permitió viajar y plasmar esas travesías en sus obras, convirtiéndose en todo un universalista.
En 1935 editó en Barcelona Rol de la manzana y El tiempo manual; el primero con varios microgramas, y el segundo, claro ejemplo de solidaridad humana y unidad universal, según confesaría en Edades Poéticas. En 1936, terminó la Antología poética de Pierre Reverdy y para 1937 publicó en Chile La hora de las ventanas iluminadas, a la vez que en París era publicado Biografía para uso de los pájaros, evocaciones a las cosas simples, destacando lo inherente al humano.
En 1938 escribió un poema titulado “Carta al General Miaja”, sobre la Guerra Civil española. Fue nombrado Cónsul General en Tokio, estando en el país nipón se interesó por cultura oriental. En Tokio publicó Guía de la joven poesía ecuatoriana (1939), Microgramas y País secreto, ambos en 1940.
Regresó a Ecuador en 1941, donde fue nombrado interinamente Director General de la sección consular y, a su vez, apareció su primera antología, Registro del mundo.
Luego, permaneció tres años en Estados Unidos, lo que supuso la creación de sus poemas norteamericanos, como el “Canto al puente de Oakland” y su primera obra bilingüe Secret Country. Desde el país norteamericano defendió al Ecuador a propósito de la Guerra del 41 e intervino en varios actos de la Free Word Association. En 1943, apareció Mirador Terrestre: La República del Ecuador, encrucijada cultural de América. En 1944 fue enviado por el presidente Velasco Ibarra como Encargado de Negocios a Caracas. Estando en Venezuela, publicó Lugar de Origen (1945), Canto a las fortalezas volantes: Cuaderno del Paracaidista (1945) —que había escrito en San Francisco—, Poesías escogidas y unas traducciones de la obra de Paul Valéry.
En 1947 fue designado Ministro Plenipotenciario en Gran Bretaña y sus poemas londinenses fueron recogidos en El visitante de niebla y otros poemas. Al año siguiente, el presidente Galo Plaza Lasso lo designó como delegado del Ecuador ante la III Asamblea de las Naciones Unidas, en la cual se redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recopiló en Rostros y Cimas (1948) los artículos publicados en Caracas cuando colaboró en Papel Literario y El Nacional. Hasta ese momento, aparecieron seis traducciones de sus obras.
Retornó al Ecuador en 1950 para ocupar la vicepresidencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y dirigir la revista Letras del Ecuador. Publicó en París Aquí yace la espuma; una antología Lugar de origen; y Poesía francesa contemporánea, magistral compilación y traducción que lo hizo ganador del Premio L’ile St. Louis.
En 1951 viajó a París como representante de Ecuador ante la Unesco y trabajó como director de la revista El Correo. En 1952 leyó su ensayo “Medio siglo de poesía hispanoamericana” en la I Bienal Internacional de Poesía, en Bélgica. Durante su estancia nacieron sus obras en prosa La tierra siempre verde (1955) y El camino del sol (1959); los poemarios Familia de la noche, (París, 1953), y Moneda del forastero, (Dijon, 1958).
Regresó al país en 1958 y publicó la antología Edades poéticas. El camino del sol y Galería de místicos y de insurgentes —una recopilación de personajes de la historia colonial y republicana del Ecuador— fueron publicados en 1959 y lo hicieron merecedor del Premio Tobar de ese año.
En 1959 apareció en Bogotá Hombre planetario. En 1960 se lo designó miembro adscrito con rango de Embajador ante las Naciones Unidas. Durante un nuevo periodo velasquista fue nombrado embajador en misión especial ante los gobiernos de Chile, Argentina y Brasil, para explicar la tesis de nulidad del Protocolo de Río de Janeiro (Pérez Pimentel, 2023).
En 1961 se desempeñó como embajador en Venezuela, mientras en Quito se editó su diario de travesías Viajes por países y libros (1961); a la vez que en Caracas apareció Mi vida en poemas (1962), conformado por una conferencia autobiográfica y una antología.
Su prominente poema “Hombre Planetario” lo catapultó para, finalmente, ser incorporado a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. En 1964 lo nombraron embajador en Nicaragua y en Managua apareció su libro Floresta de los guacamayos. En 1965, gracias a gestiones de su amigo Gonzalo Escudero, fue trasladado a París como embajador. En la capital francesa se publicó Crónica de las Indias, versos que abarcan la rebelión de Gonzalo Pizarro. En 1966 lo nombraron canciller y apareció El alba llama a la puerta.
En 1967, fue designado embajador en los Países Bajos, estancia que se extendió hasta 1970. Dictó cátedra durante dos años en Stonybrook, Long Island.
Su producción literaria continuó con nuevas prosas-ensayos en Radiografía de la cultura ecuatoriana, Managua (1964); Retrato cultural del Ecuador, París (1965); dos nuevas antologías en Obras completas, Quito (1967) y Poesía última, (Nueva York, 1968); y la autobiografía El volcán y el colibrí (1970); Misterios naturales (1972) y Vocación terrena (1972).
En 1976, la Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó la Obra Poética Completa de Carrera Andrade y le rindió un sentido homenaje. En 1977 recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo. Falleció el 7 de noviembre de 1978, en la ciudad de Quito.
Padre espiritual del micrograma
Jorge Carrera Andrade perteneció a la generación de los poetas postmodernistas. Poetas, al decir del crítico Hernán Rodríguez Castelo, nacidos entre 1905 y 1920, pues el postmodernismo culminaría en 1930, aproximadamente. Esta fue, así como tantas otras, una generación de ruptura con sus propias especificidades.
El postmodernismo, muy universalista en su quehacer, desentrampó al modernismo. Fue una generación que se abrió al mundo y que condensó en sí varios “ismos”: el cubismo, que fracturó las formas puras; el futurismo, antítesis de las formas tradicionales; el creacionismo, que permitió a los poetas confeccionar su propio mundo y sacar de las palabras todo ese zumo de expresividad contenida; y el ultraísmo, opuesto al modernismo y al novecentismo.
Fue una corriente humanista. A diferencia del romanticismo y del modernismo, se sacrificaron las emociones sensibleras por lo subjetivo, lo psicológico, la introspección. Hubo un prominente interés por el lenguaje, siendo considerado no solo como un mero medio de expresión, sino, más bien, como un mecanismo para aprehender las cosas y, en ese mismo sentido, dar mayor peso a lo objetual. Por otro lado, se dio mucha importancia a lo telúrico, a ligarse con la tierra y sus elementos en lo micro, y profesar una voluntad de americanidad en lo macro.
En la poesía de Carrera Andrade está presente todo esto, pero con una identidad especial que se podría resumir en una fuerte presencia de lo objetual, perfección en lo metafórico y microgramas como impronta propia.
Desde que inició su tránsito poético, en su adolescencia, estuvo mayoritariamente influido por Rubén Darío y por el modernismo, vinculándose más con tendencias naturalistas que con la bohemia simbolista. Las lecturas de André Gide y Francis Jammes lo encaminaron al naturalismo. En su madurez, conmovido por las obras de Friedrich Hölderlin y Rainer Maria Rilke, cantó a la humanidad y a la natura.
Así, coincidiendo con Rodríguez Castelo, existen cinco etapas en el quehacer de Carrera Andrade: una etapa primigenia, orientada a un provincianismo y ruralidad, con gran poder en las metáforas, donde destaca Rol de la manzana. La etapa del poeta viajero, en la que la motivación principal es la de hacer un registro del mundo, tomando contacto con la ciudad moderna y con el hombre de esa ciudad, etapa que va de 1930 a 1935. Una etapa de madurez, en la que Lugar de origen es el libro de transición, etapa con preeminencia del poema humano, debido a la guerra y a las angustias sociales, pero siempre retomando los viejos motivos y una estética de las cosas (Biografía para uso de los pájaros y País secreto). Una etapa de profundización, iniciada con Aquí yace la espuma, caracterizada por una búsqueda de nuevas formas, un estallido de metáforas y un pesimismo reflexivo, en la que nació la figura arquetípica de Juan sin Cielo —arquetipo que representa a todos los hombres, personaje que ha perdido el reino paradisíaco de la felicidad y que sufre en carne viva el dolor de la humanidad—, la figura del Hombre planetario —búsqueda del yo más íntimo, poesía de dimensión espiritual; todo dentro de un tiempo humano y de un tiempo cósmico—, y la exuberancia de Floresta de los guacamayos —frenesí sensorial, poemas llenos de color, hasta una epopeya incaica que tiene su clímax en Crónica de las indias—. Y una última etapa que empieza con El alba llama a la puerta, en la que el poeta sigue plasmando en metáforas y en experimentaciones de la forma lo que sus ojos ven. Desde la tierra busca un reino efímero, pero añora el lugar de donde salió y que ya no existe (Rodríguez Castelo, s.f. ).
Carrera Andrade, poeta inmensamente visual, quien comulgó con las cosas y les dotó de una importancia trascendental, que materializó sus observaciones gracias a la metáfora, logró condensar semejante visualidad en el micrograma, hasta incluso formar poemas con cadenas de microgramas.
Fue el modernismo el que, entre sus novedades renovadoras, trajo consigo el exotismo oriental para ampliar la visión del mundo. Siendo Rubén Darío, padre del modernismo hispanoamericano, el primero en escribir algo con tintes orientales: “La muerte de la emperatriz de la China”. Por otro lado, José Juan Tablada, según el poeta Alejandro Carrión, no solo viajó a Japón, sino que importó a tierras latinoamericanas el haiku. Si sumamos a este las otras dos formas poéticas breves; es decir, el epigrama castellano y el micrograma, tenemos tres alternativas que fueron recogidas por los poetas de estas latitudes para renovar. Siendo que, lo minimalista se contrapuso a lo exuberante de la antigua lírica hispana de veta barroca.
Para diferenciarlos, el haiku es un poema breve de diecisiete sílabas, escrito en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente; aborda temáticas como las transformaciones, los cambios físicos, los ciclos de las estaciones, la inestabilidad. El epigrama castellano, por su parte, es una composición breve, precisa, subjetiva y de contenido satírico. Mientras que el micrograma es una evolución del epigrama que no hace hincapié en lo subjetivo, sino que lo hace en lo objetivo. Carrera Andrade lo define así:
El micrograma no es sino el epigrama español, despojado de su matiz subjetivo. O, más bien dicho, el epigrama esencialmente gráfico, pictórico, que por su hallazgo de la realidad profunda del objeto, de su actitud secreta, llega a construir una estilización emocional; el epigrama reducido en volumen, enriquecido de compleja modernidad, ensanchado de todas las cosas que integran el coro vital de la tierra […] Boca de risa tenía el epigrama clásico, y su carácter unilateral no alcanzaba a satisfacer a ciertos espíritus inclinados meditativamente sobre el espectáculo del mundo. Era menester añadir al humorismo el sentido trascendental, la vibración de la vida, la grandiosidad del mensaje de las cosas pequeñas. Al esquema jocoso de personajes y sucesos, había que sumar el apunte rápido en que se aprisiona el gesto de vidas insignificantes, despreciadas por los contempladores de un mundo monumental. Así nació el micrograma. (Carrión, 1983)
Carrera Andrade usó para su poesía la mayoría de formas poéticas del siglo XX, sin embargo, innovó con sus microgramas, incluso siendo reunidos en un solo volumen y publicados en Tokio, en 1940. Fecundo en metáforas supo cómo explotarlas en sus microgramas, exponiendo elementos de la naturaleza, las pequeñas cosas, pero volviéndolas trascendentales. A diferencia del haiku y su solemnidad filosófica, los microgramas de Carrera Andrade son más cercanos a la ironía de las greguerías.
NUEZ
Diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.
LO QUE ES EL CARACOL
Caracol:
mínima cinta métrica
con que mide el campo Dios.
ALFABETO
Los pájaros son
las letras de mano de Dios.
OSTIÓN
Ostión de dos tapas:
tu cofre de calcio
guarda el manuscrito
de algún buque náufrago.
Confieso que, uno de los pendientes y anhelos que tengo es el de, en algún momento, tener en mi biblioteca Microgramas de Jorge Carrera Andrade, ya que de él ese es mi poemario favorito. Espero lograrlo. Mientras tanto, tengo una modesta colección de sus libros, muchos de los cuales me sirvieron para escribir este trabajo.
A uno de esos volúmenes le tengo especial aprecio, no solo porque fue el primero que tuve de Carrera Andrade, sino porque compartió el mismo lote de mi Un hombre muerto a puntapiés de Palacio y 13 relatos de César Dávila Andrade. Perteneció a Carlos Carrera Barreto, escritor de literatura infantil, y sobrino de Jorge Carrera Andrade. Vino a mí un domingo hace varios ayeres, fue parte de pago por haber ayudado a descargar una camioneta llena de libros en una librería de viejo en la que trabajé; precisamente, dicho lote, comprado por aquel librero, fue una parte de la biblioteca personal de Carrera Barreto. No sé si mis libros vayan a tener similar destino y se desperdiguen y terminen en varios lugares, espero que no.
Pero de momento, a pesar de que no sé cómo llegará a mí, tarde o temprano, Microgramas; lo que ha ocupado mi mente es que, para todo Hombre planetario que se haya atrevido a salir un día de su casa, habrá en su horizonte un camino en el que las sorpresas y los maravillosos objetos nunca faltarán.
Referencias
Carrera Andrade, J. (1958). Edades Poéticas. Casa de la Cultura Ecuatoriana.
——. (1976). Obra poética completa. Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Carrión, A. (1983). Jorge Carrera Andrade: Hai Kai y Micrograma. En A. Carrión, Galería de retratos (pág. 52). Banco Central del Ecuador.
Pérez Pimentel, R. (22 de septiembre de 2023). Archivo Biográfico: Rodoldo Pérez Pimentel. Obtenido de Rodolfo Pérez Pimentel: https://rodolfoperezpimentel.com/carrera-andrade-jorge-2/.
Rodríguez Castelo, H. (s.f. ). Jorge Carrera Andrade Poeta de los seres elementales y del mundo. En Clásicos Ariel, Tres cumbres del postmodernismo, Primer Tomo (págs. 45-64). Clásicos Ariel.
Neal Moriarty «Richard Jiménez A.» (Quito, Ecuador, 1988). Fundador y director de la revista literaria Matapalo. Es firmante y parte del movimiento Terror Latinoamericano y parte del proyecto Escritoras Olvidadas de América Latina Capítulo Ecuador. Autor de DisTinta mirada, poetas ecuatorianas (Efecto Alquimia, Quito, 2022). Ha publicado la novela 47-Ojos (Ápeiron Ediciones, Madrid, 2022) y el poemario Poemas masacrados (Casa de las Culturas, Quito, 2023).
Cuéntanos en los comentarios qué te pareció este texto de Neal Moriarty.
¿Quieres leer más sobre narrativa ecuatoriana o latinoamericana? Explora nuestra página y encuentra más textos.