Desde MURA nos sumamos a la celebración del Mes del Libro con un listado de las novelas, compilaciones de cuentos y poemarios escritos por autorxs ecuatorianxs que han dejado huella en nuestra travesía lectora. No es una selección basada en el prestigio, los premios ni la relevancia histórica que la academia atribuya a las obras. En realidad, son nuestras recomendaciones personales literatura ecuatoriana, basadas en el impacto que han tenido estos libros en nuestra formación como lectores, investigadores y autores.
¿Por qué estos libros y no otros? ¿Cómo llegamos a esta lista? Para llegar a esta selección, cada miembro del equipo MURA nominó un número limitado de obras y realizamos una votación general. Estas fueron las obras más votadas, ordenadas por año de publicación de su primera edición. El resultado nos alegra, porque logra poner en evidencia la evolución de la literatura ecuatoriana, su diversidad, su autenticidad y su belleza.

Quienes conformamos este medio de difusión cultural creamos este espacio desde nuestra admiración y respeto a lxs autorxs de nuestro país, porque creemos importante que más lectores tengan acceso a su obra, la disfruten y la valoren. Dejamos aquí nuestro Top10 + una yapa de las obras que imprescindiblemente debes sumar a tu biblioteca si amas la literatura ecuatoriana. En cada descripción encontrarás un link a la obra en digital o bien su disponibilidad en bibliotecas.
Abril Altamirano, editora general.

‘En la ciudad he perdido una novela’, Humberto Salvador. Talleres Tipográficos Nacionales, 1929.
Humberto Salvador se inscribe en la vanguardia de la primera mitad del siglo XX, una corriente que siguió un rumbo distinto al del realismo social ecuatoriano del Grupo de Guayaquil y al indigenismo icaziano, para volcar la mirada hacia temas más ligados a lo psicológico y a personajes marginales de las ciudades. La metaliteratura y la experimentación constituyen los pilares de En la ciudad he perdido una novela. El autor juega con el ejercicio de teorizar sobre el hecho de la escritura dentro de la ficción, con su respectiva sombra femenil, todo dentro del laboratorio llamado Quito que es, en sí, un personaje más.

‘Los Sangurimas’, José de la Cuadra. Cenit, 1934.
Si existe un clásico de la literatura ecuatoriana, este tiene que ser Los Sangurimas. La novela narra la historia de una poderosa y conflictiva familia montuvia, centrada en la figura patriarcal de Nicasio Sangurima, un hombre temido y respetado por su riqueza y supuestos pactos con el diablo. La trama se desarrolla en torno a complejas relaciones familiares marcadas por la violencia y el mito. Considerada una de las primeras y más representativas obras del realismo social, esta novela retrata de manera cruda y vívida las costumbres, el lenguaje y los conflictos sociales del pueblo montuvio, al tiempo que explora temas universales y asienta las bases de lo que más tarde el mundo conocería como el realismo mágico.

‘Microgramas’, Jorge Carrera Andrade. Ediciones Asia América, 1940.
Influenciado por el haiku japonés, Carrera Andrade escribió esta serie de poemas brevísimos que logran condensar la inmensidad de la naturaleza con humor e ingenio. El libro se publicó por primera vez en Tokio, donde el autor ejercía el cargo de Cónsul y donde, además, fundó la editorial Ediciones Asia-América. Con Microgramas, quien fuera uno de nuestros más grandes poetas creó un nuevo género literario con la ambición de abarcar el cosmos desde lo mínimo.

‘Obras completas’, Pablo Palacio. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana. 1964.
Este experimento curatorial ha demostrado que es imposible escoger una sola entre las obras de Palacio, que revolucionó la creación literaria no solo del país, sino de toda Sudamérica, con la rareza onírica y la estructura quebrada de novelas como Débora (1927) y Vida del ahorcado (1932); pero también impresionó con su crudeza y humor ácido en cuentos como los que conforman la colección Un hombre muestro a puntapies (1927), más otros que solo aparecieron en revistas, como el inolvidable “El Antropófago”. Por esa razón, y porque su producción literaria es, en realidad, escasa, recomendamos leer a este autor de cabo a rabo con la publicación que reúne sus obras completas.

‘Bruna, soroche y los tíos’, Alicia Yánez Cossío. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1973.
La primera novela de Alicia Yánez Cossío puede leerse como un recorrido por la percepción de lo femenino desde la Colonia hasta la revolución sexual de los 70s, con reflexiones aún vigentes en la actualidad. La historia se narra desde la perspectiva de Bruna, una niña que cuestiona su pasado familiar al tiempo que descubre las violencias e imposiciones a las que su ascendencia fue sometida en una ciudad adormilada por el soroche. Desde una escritura que encanta al lector con juegos fantásticos propios del realismo mágico, la autora se adelanta a su tiempo y propone un cambio radical en la forma de concebir a la heroína en las letras nacionales.

‘Informe personal sobre la situación’, Jorgenrique Adoum. Aguaribay, 1973.
Adoum es recordado como un innovador de las formas tanto en la novela –con Entre Marx y una mujer desnuda– como en la poesía, en donde experimentó con la deformación del lenguaje para construir nuevos significados. Informe personal sobre la situación reúne su obra poética más representativa –Ecuador Amargo (1949), Los cuadernos de la Tierra (1952-1962) y Yo me fui con tu nombre por la tierra (1964)– y presenta dos colecciones hasta entonces inéditas: Curriculum mortis y Prepoemas en postespañol. Esta constituye una potente muestra del estilo único de uno de los mayores poetas ecuatorianos del siglo pasado.

‘Maldeojo’, Huilo Ruales Hualca. Ediciones Parásito, 1998.
Huilo Ruales vuelve sobre dos personajes que nacen en sus cuentos: Fetiche y Fantoche, alrededor de quienes se teje la historia de Rioseco, una comunidad que ha perecido víctima de una sequía nefasta. El relato arranca con las múltiples bodas de dos marginales, un vagabundo y una vieja loca que quedan como los últimos sobrevivientes en la ciudad fantasma. La Fetiche, la Chela, se revela como el origen de la maldición del pueblo que la acosaba por su belleza. Con la prosa desenfadada y mordaz que lo caracteriza, Ruales construye en Maldeojo un universo cercano a la Comala de Rulfo en su atmósfera seductora y macabra.

‘El Cazador’, Cecibel Ayala. Cámara Ecuatoriana del Libro – Núcleo de Pichincha, 2008.
El Cazador podría resultar inclasificable. Es un libro de poesía y prosa poética en el que destaca un diálogo poético —y hasta teatral— entre Ceres y Lilith. Su autora, adelantada a su época y una de las poetas más interesantes de las generaciones de los 80 y 90, condensa en imágenes y diálogos potentes temas como el erotismo, la muerte y lo lésbico. El libro cierra con un apartado en el que la poesía confluye con la filosofía, en un tratado cuasi nietzscheano que aborda temas que van desde el feminismo y el marxismo hasta una suerte de fenomenología del vómito.

‘La desfiguración Silva’, Mónica Ojeda. Fondo Cultural del ALBA, 2015.
Se trata de la primera novela de una de las grandes autoras contemporáneas nacionales. Con esta obra, Ojeda ganó el Premio ALBA Narrativa en su edición de 2014. En Ecuador, fue publicada por la editorial Cadáver Exquisito. En La desfiguración Silva, la autora introduce a los hermanos Terán, personajes importantes en su universo narrativo, e inicia una exploración por el horror corporal y el suspenso que caracterizan éxitos posteriores como Nefando y Mandíbula. La obra representa una reivindicación ficcional del papel de la mujer en la generación de los años 50 y 60, a través de la búsqueda de Gianella Silva, intelectual y miembro del grupo de los Tzántzicos, muy representativo de esa época.

‘Nuestra piel muerta’, Natalia García Freire. Navaja Suiza, 2019.
La ópera prima de Natalia García Freire sigue el relato de Lucas, un niño que ha presenciado la extinción de su madre bajo el régimen opresivo de su padre. Dos hombres extraños llegan de imprevisto a instalarse en su hacienda; con ellos, llega el fin de la opulencia y la caída del patriarca. La novela narra el regreso de Lucas a la infancia que le fue arrebatada. Con una voz que está entre las más líricas y conmovedoras de la narrativa ecuatoriana actual, García Freire da vuelta a la idea de la podredumbre y la descomposición como un final, reimaginándola como el más glorioso de los inicios.
La yapa:

‘Su sombra como un mapa’, Kelver Ax. Mecánica Giratoria, 2019.
Libro imprescindible, pues reúne la obra de Kleber Ajila Vacacela –muchas veces considerado autor de culto–, quien no solo fue un inquietante y visceral poeta, sino también un surrealista artista plástico. Esta compilación de su obra incorpora, además, estudios sobre la producción del lojano. La poesía de Kelver Ax destaca por sus complejas imágenes, sus experimentos y juegos con el lenguaje, así como por su representación particular del choque entre la modernidad ácida y la tradición telúrica. Se trata también de un compendio de las preocupaciones del autor, de su alma doliente y de su enciclopédico conocimiento.
Cuéntanos en los comentarios si has leído estas recomendaciones de literatura ecuatoriana, qué te parecieron y cuáles añadirías.

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